En 1968,
tres personas pensaron que era hora de hacer algo para que todo ese acervo
cultural y musical no desapareciera en las nebulosas del tiempo, y decidieron
crear el Festival de La Leyenda Vallenata para recrear toda la magia de una
tierra donde los mitos, las costumbres, las propias vivencias y una riqueza
lingüística y oral nutren día por día la literatura y el pentagrama donde se
tejen las letras y las melodías del vallenato.
En febrero de 1968 se inició la tarea para
organizar el primer festival. No fue fácil. Consuelo, quien asumió el reto de llevar
esta música campesina a los más rancios círculos sociales, tuvo que derribar
los obstáculos del escepticismo, de las críticas y la burla. Nadie creyó que
aquel ‘disparate’ se convertiría en el certamen folclórico y musical más
importante del país, y menos que el vallenato sería el referente musical de Colombia
ante el mundo.
Consuelo convirtió la casa colonial de mi abuelo Hernando Molina Céspedes, la
famosa casona ubicada a un costado de la mítica Plaza Alfonso López, en la
primera sede del festival, la misma que permanece en el tiempo y ve cómo
el vallenato conquista
y trasciende.